sábado, 13 de octubre de 2012

LA HUELGA DE NIZAMA, EL COMIENZO DEL FIN

 Fragmento

El uno de abril de 1964 se inició el año escolar en el Perú y los miles de alumnos de los principales planteles de Piura volvieron “cual bandadas de palomas...” a las aulas. Retornaron ávidos de aprender, después de tres meses de largas vacaciones.
Ese día, miles de alumnos: niños, adolescentes y jóvenes, se volcaron a las calles, vistiendo su clásico uniforme escolar, para asistir al inicio del año académico en su respectivo colegio. 
En San Miguel, luego de la primera actuación del año, los alumnos ubicaron su sección ayudados por un  auxiliar. Colegiales de todos los rincones de Piura, así como de Huancabamba, Ayabaca, Paita, Talara, Morropón, Sullana y Tumbes, poblaron sus aulas. Cada una cobijaba a más de cincuenta. Todos querían estudiar en el viejo claustro, atraídos por su fama y sus excelentes maestros.
Los profesores, algunos recién incorporados al plantel sanmiguelino, luego de las primeras horas de obligada presentación de los condiscípulos y la entrega de la lista de útiles escolares y libros, iniciaban el dictado de su curso.
Los primeros quince días de clase, los sanmiguelinos asistían sólo en la mañana, pues las tardes del naciente otoño no “invitaban” al estudio. Eran demasiadas calurosas y constituían un diario culto a Morfeo.
Pero, no todo era color de rosa en el querido y leal San Miguel. La disciplina estaba resquebrajada y por eso toda la familia del alma máter de Piura era consciente que el 64 debería ser el “Año del renacimiento sanmiguelino”.
Y  para conseguirlo, que mejor que establecer un nuevo orden, tan venido a menos en los últimos años. El logro de este objetivo se encargó al instructor premilitar, Suboficial EP Juvencio Villegas Chávez, quien desde el inicio del año escolar, implantó una disciplina rígida, vertical, propia de los cuarteles donde las “órdenes se cumplen sin duda ni murmuraciones”.
Los alumnos de la sección diurna de la GUE San Miguel, poco acostumbrados a ejecutar ejercicios netamente militares y a soportar castigos extraescolares, hicieron llegar sus quejas a las autoridades del plantel, pero nadie las prestó atención.
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-Martín: ¿cuál fue la gota que rebasó la paciencia del estudiantado?
-El viernes 12 de junio, Juvencio castigó a los alumnos del quinto año “B”. Los dejó marchando en el patio, al mediodía, en pleno sol. Los muchachos, al poco rato, le pidieron una explicación y como no recibieron ninguna respuesta, se negaron a obedecer sus órdenes. Entraron en total mutismo y Villegas no tuvo más remedio que mandarlos a sus casas, no sin antes proferir una serie de amenazas y de prometer jalarlos hasta fin de año en el curso de IPM.
-Juvencio había empezado a cavar su propia sepultura.
-Fue el “waterloo” de tan oscuro personaje, que esa mañana -luego que los “castigados” cogieron libros y cuadernos para acudir a sus domicilios- espumeante de rabia, con el rostro desencajado, los dientes apretados, la mirada fiera y los puños blandecientes, se fue al internado del colegio, donde vivía, a rumiar su venganza.
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Recuerda Martín Nizama:
-Participaron dos delegados por cada salón, pero una gran cantidad de muchachos, por la “novelería”, se zamparon a la reunión. La biblioteca estaba repleta y, al final,  todos los presentes intervinieron en el debate.
Los adolescentes dieron cuenta de los abusos y maltratos sufridos en carne propia. Todos denunciaron al instructor Villegas y luego de más de dos horas de pedidos, sugerencias y amplio debate, la mesa directiva resumió los planteamientos de los alumnos y los hizo conocer a la asamblea. 
Carlos Llontop

-Habían tres posiciones: una era la de no asistir al plantel hasta que no se vaya Juvencio Villegas. Otra: la toma del colegio y la nuestra, la de la promoción, hacer una huelga de libros caídos. Se discutieron los tres puntos de vista, pero al final sólo quedaron los dos últimos.
-¿Quién pidió la toma del colegio?
-Esta petición fue la más brava y la solicitó Carlos Llontop. Era un tipo incendiario. Él con un verbo contundente, agresivo, lapidario y ánimo contagiante, pidió a voz en cuello ¡tomar el colegio! para ¡expulsar al tal Juvencio! Los alumnos se encorajinaron y con gestos, ademanes, movimientos verticales de cabeza y aplausos apoyaron resueltamente el pedido del valiente sanmiguelino.
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-La promoción fue derrotada?
-El “Loco” Llontop, como le decían, nos ganó limpiamente y particularmente a mí. De nada valió, por ejemplo, recordarle al alumnado que no se podía tomar nuestro glorioso claustro porque las garantías constitucionales estaban suspendidas por los sucesos habidos en el Estadio Nacional, en Lima, durante el partido de fútbol entre Perú y Argentina.

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